AJR

AJR, el auto salteño

AJR es la sigla que identifica al auto salteño. Los años cincuenta pueden considerarse como el mojón inicial de nuestra historia automotriz. Si bien, anteriormente, hubo intentos de producir automóviles en serie en nuestro país, dos hechos que sucedieron a principio de esa década marcaron el camino para que Argentina integre hoy el reducido grupo de naciones productoras de automóviles. El primero fue la creación de IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) con la fabricación de los vehículos Justicialista y el Rastrojero; el segundo, la radicación de Kaiser, por medio de IKA (Industrias Kaiser Argentina).

Ambos antecedentes hicieron que hacia finales de la década, durante el gobierno desarrollista de Frondizi, se produjera la radicación de las marcas norteamericanas y europeas y la creación de empresas de origen argentino, llegando en un momento a registrarse alrededor de 25 “fábricas de automóviles”.

Desde luego, muchas de estas eran conducidas por aventureros que con el correr del tiempo fueron desapareciendo para quedar en un número menor a 10.

Paralelamente, el automovilismo deportivo (con gran arraigo desde comienzos del siglo) acaparó la atención con la participación de argentinos compitiendo en la vieja Europa como Clemar Bucci, Onofre Marimón, José Froilán González y, por supuesto, Juan Manuel Fangio.

Esos cambios producidos en el ámbito automotor hicieron que, por todas partes del país, fueran surgiendo “soñadores y apasionados” que materializaban el sueño de construir su propio automóvil. En la mayoría de los casos lo hicieron tomando elementos de otros autos e “injertando” las piezas de distintas marcas en ese producto único creado de forma artesanal.

Algunos, llegaron hasta el final del proyecto utilizándolo para transporte personal y otros tantos quedaron en forma inconclusa por motivos variados.

AJR. Salta, 1955

En 1955, los hermanos Alfredo y Juan Recchiuto, propietarios de un taller de carrocerías en la calle San Luis 853 de la ciudad de Salta, se lanzaron a la difícil tarea de diseñar y construir artesanalmente su propio vehículo. Lo hicieron avalados por la experiencia de ser fabricantes de colectivos, camiones y cúpulas, y por haber realizado reformas sobre todo tipo de utilitarios como, por ejemplo, convertir al Rastrojero en rural. A estas modificaciones se sumaba el excelente conocimiento de mecánica de Don Alfredo.

El auto se denominó oficialmente AJR, modelo Salta. Era un vehículo sport, de dos puertas, convertible, con capota de lona, bajo y con líneas aerodinámicas. Su capacidad era para seis personas. Los tapizados fueron realizados con bralina, material sintético de fabricación nacional, lavable y resistente a cualquier tipo de ácido.

La carrocería fue pintada con la combinación de 2 colores (champán y fucsia). En ambas puertas llevaba la leyenda Salta a modo de insignia, por ser el primer vehículo fabricado en esa ciudad. Estaba provisto de ornamentos cromados replicando el estilo norteamericano de los autos de la época.

El vehículo estaba dotado de un motor Chevrolet de 1928, de 4 cilindros, con modificaciones que lo modernizaban un tanto: lubricación forzada, cruce de válvulas modificado, cigüeñal contrapesado, carburador descendente y bomba de nafta eléctrica, entre otras. La propulsión era trasera y los frenos, hidráulicos,

En el taller de la calle San Luis se construyó el chasis, la carrocería, las baguetas cromadas, la cobertura de la rueda de auxilio, los aros de los faros y los paragolpes. La tapicería fue realizada por el señor Lorenzo Álvarez y los cromados fueron obra de Walter Mayer.

Para el desfile militar del 9 de julio, el AJR era solicitado a los hermanos Recchiuto para transportar al gobernador y al general a cargo de la guarnición Salta del Ejército Argentino.

AJR, el auto salteño
El AJR en un desfile militar de celebración del 9 de Julio.
Buscando el AJR perdido

Juan y Alfredo no tenían intenciones de venderlo. Pero un día, el Sr. Emeterio Ruiz, propietario de la empresa de colectivos “La Argentina” de la ciudad de San Pedro, Jujuy, y cliente de los talleres Recchiuto, prácticamente les rogó que se lo vendieran a cualquier precio con el argumento de que tenía que agasajar a una persona importante. Juan accedió con el dolor de desprenderse de un ser querido, por lo que representaba para él su trabajo y el de su hermano y la satisfacción del proyecto realizado.

Una vez concretada la operación, Emeterio le confió el destino del AJR: Juan Manuel Fangio realizaría una visita a Jujuy y el auto sería el vehículo oficial para trasladarlo.

Años después, ya fallecido Alfredo y convertida la fábrica de carrocerías en una galería comercial, Juan decidió rastrear el AJR. Viajó hasta Jujuy en busca de Emeterio Ruiz quién también había fallecido. Pudo encontrar a su hijo, pero no logró conseguir dato alguno. El hijo de Emeterio era muy pequeño en ese momento y no recordaba siquiera la existencia del auto.

Estoy seguro de que, a partir de estas líneas, alguno de los estimados lectores de Autohistoria de la zona norte de nuestro país agudizará su instinto de “cazador de tesoros” para seguir reconstruyendo nuestro patrimonio y nuestra historia “fierrera”.

AJR, el auto salteño
El AJR visto de atrás con la capota colocada.
Mi relación con el AJR

Parafraseando al maestro Federico B. Kirbus, “más allá de Internet” y por medio de Facebook, encontré a una persona llamada Juan Recchiuto, de la ciudad de Salta. Me puse en contacto con él consultándole si tenía alguna relación con el AJR. Su respuesta fue contundente: “efectivamente, ese auto fue construido por mí y mi hermano Alfredo”. En ese intercambio de mensajes digitales, Juan me solicitó una dirección postal.

Al cabo de un tiempo, las palabras de Federico se transformaron en la versión original de “más allá de Internet”. Me llegó un sobre por correo con una carta manuscrita por el propio Juan, con datos y fotografías del vehículo y de los colectivos que fabricaba. Me contó que tenían en proyecto la construcción de otro automóvil hasta que, por conflictos sindicales, decidieron cerrar la fábrica y transformarla en un centro comercial de la capital salteña. Su hijo abogado conserva en su escritorio una maqueta del AJR, realizada por Juan.

Hoy (2017), Juan, con sus 88 juveniles años, no pierde la esperanza de reencontrarse con el querido AJR. Podría decirse que tiene la certeza de que todavía existe.

Esta nota fue escrita por el recordado historiador José Luis Murgo, editor de Coche Argentino. Fue publicada originalmente en la edición nº24 de la revista digital Autohistoria.
Las fotos que ilustran esta nota fueron enviadas por Alfredo Recchiuto a José Luis Murgo quien, a su vez, las compartió con Autohistoria.