El FIVA fue una propuesta nacional orientada a la movilidad urbana con bajo costo operativo y de mantenimiento.
La inmediata segunda posguerra encontró a Europa desbastada y en una situación crítica en materia de combustibles y materias primas. La industria fue recuperándose paulatinamente, al compás de la economía. El sector automotriz debió ingeniársela para reactivar la demanda y la producción con vehículos de bajo costo de fabricación y mantenimiento, además de accesibles al mayor número de usuarios posible. La respuesta fue la proliferación de microcupés que invadieron las calles del Viejo Mundo durante buena parte de la década de 1950. Estos coches se caracterizaban por sus reducidas dimensiones y la baja cilindrada de sus impulsores, muchos de ellos derivados de las motocicletas. Con carrocerías abiertas o cerradas, fabricadas con resina reforzada o en acero, estos mini vehículos se las arreglaron para transportar hasta cuatro pasajeros en acotadas condiciones de confort pero maximizando la economía.
La Argentina no fue ajena a este proceso y una vez abierta la importación, en la segunda mitad de los años 50, comenzaron a llegar desde Europa los primeros ejemplares que respondían a esta configuración. Posteriormente, la importación fue complementada con la producción local bajo licencia de las fábricas extranjeras. Pero algunas iniciativas fueron más lejos.
Incentivados por el auge del mercado automotor, algunos industriales locales intentaron dar respuesta en este segmento con automóviles de esas características pero de concepción y desarrollos propios. No solo sus características de agilidad en el ámbito urbano, bajo costo de mantenimiento y economía de consumo pesaban entre los argumentos para optar por ellos, sino también el constante aumento del precio de los combustibles experimentado en los últimos años de la década de 1950. Solo entre febrero de 1957 y febrero de 1958 el valor del litro de nafta se triplicó, lo cual hizo casi prohibitivo el uso de vehículos medianos o de mayor porte.
FIVA, una propuesta nacional
Una alternativa a esta coyuntura fue la propuesta presentada a comienzos de 1959 por la Fábrica Integral de Vehículos Argentinos (FIVA). La firma pertenecía a los hermanos Donzino. La producción se realizaba en un taller propiedad de José Donzino, ubicado en la calle Juramento 1230 del barrio porteño de Belgrano. La distribución y ventas de estos cochecitos quedó a cargo de Onofre Marimón y Compañía, empresa que tenía su local de ventas sobre la avenida Córdoba 753 de Buenos Aires.
El automóvil, desarrollado a lo largo de 1958, estuvo concebido para satisfacer la necesidad de movilidad personal en los centros urbanos más poblados del país. Su carrocería era abierta, sin puertas ni techo, con capacidad para transportar solo dos pasajeros. Esta configuración le daba un cierto aire deportivo, acentuado por sus faros delanteros carenados y el pequeño parabrisas en plexiglás. Su forma ovoide con una sección que se iba reduciendo hacia la cola, en función de la menor trocha trasera de 35 centímetros, se conformaba con una superficie curva y fluida, la cual aportaba un aspecto aerodinámico. Las dimensiones daban cuenta de su uso citadino, con solo 2,59 metros de longitud, una distancia entre ejes de 1,67 metros y una trocha delantera de un metro.
El auto se montaba sobre neumáticos de 400 x 8, de los cuales se proveían cinco. Como elementos opcionales se ofrecía capota de lona, radio receptor y paragolpes.
La carrocería estaba construida en una sola pieza en resina reforzada y se montaba sobre un chasis tubular con larguero central. La suspensión en las ruedas delanteras era independiente mediante dos amortiguadores y en las traseras con brazo oscilante y amortiguador de doble efecto. El tren delantero completo se montaba sobre rulemanes, lo mismo que la dirección de tipo directa.
El FIVA estaba impulsado por un motor Villiers, de origen inglés, monocilindrico y de dos tiempos. Con 197 cc de capacidad desarrollaba una potencia de 10,5 hp. Como combustible empleaba nafta mezclada con un 6 % de aceite lubricante. La transmisión era de cuatro marchas hacia adelante y marcha atrás. Con un peso de sólo 140 kilos, el auto podía alcanzar una velocidad final de 95 km/h. El mini-auto argentino consumía 3,5 litros cada 100 kilómetros recorridos a una velocidad crucero de 70-80 km/h.
No hay datos precisos sobre el volumen total de la producción, pero se la estima cercana a las 110 unidades.