La camioneta eléctrica de AASA (Autoelevadores Argentinos S.A.) fue un proyecto gestado en la segunda mitad de la década de 1980. El único prototipo construido fue presentado en la Exposición Internacional de la Máquina Herramienta (EMAQH) de 1988. No alcanzó a producirse en serie.
Por gentileza de Esteban de León, editor de Camión Argentino, reproducimos el testimonio del ingeniero Jorge Wagner, quien participó de este proyecto.
“En 1985 empezamos a construir la camioneta eléctrica industrial que nunca se llegó a comercializar, que fue expuesta en una feria de EMAQH y que se ve también en otra foto sin cabina y a medio construir, saliendo a la calle para hacer algunos ensayos.
Ya no hay muchas fuentes sobre la camioneta. Yo me encargué de toda la parte del proyecto que tenía que ver con la instalación eléctrica de comando y potencia, más accesorios e iluminación.
Fue un proyecto que nace ya en épocas de crisis, como una opción de un nuevo producto con posibilidades de comercializarse y por demanda de los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque, para el traslado de valijas y personal.
Solo se hizo el prototipo que fue cabinado y presentado en la Exposición Internacional de la Máquina Herramienta (EMAQH) 1988. Se armó con una estructura tubular de caño rectangular, con un motor de 3,5 kw, 36v característica serie, con variación de velocidades a resistencia con 4 pasos.
Tenía capacidad para 2 pasajeros en la cabina y 500 kg de capacidad de carga. Desarrollaba una velocidad máxima de 35 km/h.
Desconozco datos de autonomía. Las baterías eran 6, de plomo ácidos, tubulares, de 6v/ 300 Ah.
Cuando se remataron los bienes de AASA, alrededor de 1994/5, fue parte de lo subastado. Otro fin lamentable para un desarrollo local”.
Autoelevadores Argentinos S.A.
Sobre la historia de la empresa AASA, el ingeniero Jorge Wagner nos aporta esta reseña:
AASA, Autoelevadores Argentinos S.A., nace como empresa a fines de la década del 40. Según los datos de transmisión oral que hemos podido recabar, entre 1947 y 1948, en uno de los habituales viajes a los Estados Unidos de uno de los hijos de un acaudalado empresario argentino, en esta oportunidad acompañado por dos jóvenes amigos, ingenieros ambos, de apellidos Marx y Simenelli, quedan maravillados con la posibilidad de construir en nuestro país esos nuevos vehículos para movimiento y transporte de cargas, de tracción eléctrica (a baterías), con mástiles telescópicos y uñas para tomar las cargas, denominados forklift.
Lo que hoy en nuestro país conocemos como autoelevador eléctrico, tenía poco más de 20 años de desarrollo en los Estados Unidos, prácticamente en nuestro país era desconocido y no se fabricaba en ningún otro país de Latinoamérica.
Al retornar a Buenos Aires deciden, casi como un hobby, iniciar la fabricación de este tipo de vehículos. En un galpón prestado por el padre, el hijo del empresario y sus amigos fundan Alcides S.R.L., primera fábrica de autoelevadores de Latinoamérica.
Comienzan la fabricación de un modelo eléctrico denominado FA, de diseño totalmente local. Se trata de un autoelevador eléctrico contrabalanceado de 1500 a 2500 kg de capacidad.
Cabe destacar que la fabricación de un autoelevador eléctrico en esa época dista bastante de lo que puede llegar a ser hoy, donde los armadores de estos vehículos ensamblan partes provistas por proveedores específicos (motores eléctricos, controladores, bombas, motores hidráulicos, cilindros, válvulas, etc.). En esa época ni siquiera existían los sellos hidráulicos, menos fabricantes de válvulas, motores, etc. Por esto hubo que desarrollar todo, y fue Alcides SRL un polo de desarrollo también de varios pequeños proveedores locales que fueron desarrollando y produciendo partes. Muchas de las partes se producían en la misma planta de Alcides.
Enseguida, cuando se vio la demanda de estas máquinas en el mercado local, la empresa se traslada a su sede propia, en la calle Hipólito Irigoyen, entre Castelli y Azcuénaga, de la ciudad de Martínez, partido de San Isidro, provincia de Buenos Aires. Años más tarde se muda a la calle Novaro, en la ciudad de Boulogne Sur Mer, dentro del mismo municipio.
A pesar de ser el único fabricante de autoelevadores eléctricos del país, no deja de ser una PYME, atada a los cambios frecuentes que se producen en la economía de nuestro país. La producción anual seguramente no superaba las 100 máquinas. Trabajaban para esa época un par de decenas de personas.
Una de las frecuentes crisis provocó la quiebra de Alcides S.R.L. Para ese tiempo, tuvo un gran protagonismo en el salvataje y resurgir de la empresa un joven contador, Romeo Horacio Labrunee, quien dirigió una estrategia destinada a salvar, en primer lugar, las fuentes de trabajo y también la relación con los proveedores, relación que seguiría adelante casi 30 años más, hasta el cierre definitivo. Nacía de las cenizas de Alcides S.R.L., la ahora denominada AASA (Autoelevadores Argentinos S.A.). Todo esto ocurrió en la década del 60.
Por esas épocas, AASA firma con una importante empresa norteamericana, la Elwell-Parker, un convenio para fabricar en Argentina una línea de autoelevadores eléctricos entre 2t y 3,5t de capacidad. Estas serán denominadas ELPAR-AASA y los modelos correspondientes se denominaron F60T 4, F60T5, F60T6 y F60T7 de 2t, 2,5t, 3t y 3,5t, respectivamente.
En base a estos modelos se generó una versión de 1,5t, llamada FH1550. Esta línea reemplaza a los primitivos FA y su sucesor FB. La línea de contrabalanceados a combustión, que también existieron, se llamó FN.
También se desarrolló el denominado FNE que era un autoelevador híbrido, es decir, motor a combustión que movía a un generador eléctrico, el cuál alimentaba a un motor eléctrico encargado de la transmisión. Este es el principio utilizado en las locomotoras diésel.
Simultáneamente a estas fabricaciones de máquinas estándar, comenzó el desarrollo de la línea de máquinas livianas, muchas de ellas realizadas según los requerimientos del cliente.
AASA tiene la solución
Esta capacidad de AASA de fabricar la máquina que el cliente necesitaba justificó plenamente el slogan comercial de la empresa que era “AASA tiene la solución”.
Una de las creaciones más logradas de la empresa, y que fue uno de los modelos más vendidos, se denominó Junior (JR). El AASA JR nace, según cuentan, con una historia muy particular que se transformó en una anécdota que aún se sigue citando en algunas charlas.
Sintéticamente dicen que se desafió al ingeniero Simonelli a proveer un autoelevador contrabalanceado capaz de moverse en pasillos tan estrechos que ninguna máquina existente podría cumplir. Simonelli no solo que aceptó el desafío, sino que vendió tres máquinas, aún inexistentes. Cuando llega con la orden de compra, cuentan que su amigo y socio, Marx, no estaba muy feliz en tener que diseñar y luego construir esta máquina a contra reloj, con plazos de entrega establecidos. De todos modos el desafío fue superado, naciendo el Junior, máquina de las que aún hay muchas funcionando en nuestro país.
La línea de pequeñas máquinas se complementó con el Kanguro (KR), máquina de conductor transportado en posición parado, con torre retráctil, hasta 1,5t. También existió su versión de conductor acompañando, el KW. Se complementó la línea con los tractores RT, las transportadoras de pallet PTW, y variadas máquinas especiales.
En la década del 70 se mudan nuevamente a Martínez, a la calle Monseñor Larumbe (ex San Juan) 1654. A principio de los 90, y debido a las políticas de apertura de importaciones y la falta de protección a la industria local, AASA entra en una crisis de la que no podrá salir. Por esa época, junto a otra empresa argentina de vasta trayectoria, sinónimo del autoelevador a combustión, Sampi Móvil, también en crisis terminal, es comprada por el empresario Franco Traballoni, quien unifica las dos plantas en una, mudándose el personal de la planta de Sampi de Barracas a la planta de Martínez.
Por entonces, y debido a negocios previos de su nuevo dueño, AASA deja prácticamente de fabricar y se dedica a la comercialización y servicio post venta de la marca Balkancar de origen Búlgaro. Esto dura poco tiempo. Se reduce considerablemente el personal y los que quedan en la empresa pasan a depender de una empresa formada por un gerente de AASA con la misión de prestar servicios de las marcas AASA, Sampi y Balkancar y la venta de repuestos. Al poco tiempo esta empresa dejó de existir.
Cabe destacar que de este tronco original han surgido varias empresas, algunas de las cuales aun operan en el mercado local. Algunas de ellas son: Moviman S.A.; Electromotor S.A.; Ziclar S.R.L.; Talleres Tiber; ITE WAGNER y Autoelectric Company.
Aún quedan en el mercado argentino numerosas máquinas construidas por esa empresa pionera de la industria del autoelevador local”.
Jorge A. Wagner, 2 de enero de 2016