Un viaje de vacaciones puede cruzarnos con un inesperado paisaje automotriz abandonado a su suerte.
En enero de 2020, nuestro amigo y colaborador, Fernando Palermo, gozaba de sus merecidas vacaciones en la provincia de Mendoza. Mientras regresaba de una intensa jornada en las termas de Cacheuta, detuvo la marcha de su Ford Focus frente a un almacén para comprar algunas gaseosas, un tinto, carbón, y aperitivos para el asadito de la noche.
Al parecer, el desolado paraje ubicado en un impreciso lugar de la ruta provincial 82 no ofrecía más encanto que el imponente marco de la Cordillera de Los Andes que se recortaba en el cielo y la relajante música de fondo de las animadas aguas del río Mendoza. Mientras volvía al auto con sus manos cargadas de bolsas, Fernando divisó del otro lado, y en medio de unos pastizales, unas siluetas conocidas.
Y aunque era tarde y ya oscurecía, su curiosidad fue más fuerte que sus miedos y cruzó la cinta asfáltica. El espectáculo con el que se encontró resultó irresistible. Una veintena de autos argentinos, o mejor dicho lo que de ellos quedaba, esparcidos en pleno campo y oxidándose sin más trámite bajo la intemperie cuyana.
¡Cuidado con los perros!
El parque allí exhibido agrupaba mayormente autos de los años 60 al 80, entre ellos varios Valiant III, un Dodge Coronado, un Fairlane, un Peugeot 504, un Renault 6, un IKA Baqueano, un Jeep IKA chasis largo, un Rambler y hasta un camión White. La mayoría exhibía sus cascos honrosamente enteros, pero oxidados. Muchos conservaban sus vidrios e, inclusive, sus ópticas.
Fernando intentó acercarse un poco más, pero los intimidantes ladridos de dos ovejeros le hicieron cambiar sus planes y prefirió resguardar su integridad física detrás de unas rejas. Lleno de curiosidad, cruzó nuevamente la ruta para consultar a la almacenera si sabía de quién era ese tesoro. La mujer respondió que todos los autos eran de un vecino y que los agrupaba en ese baldío quién sabe con qué intenciones, pero le advirtió: “ojo, no te metas. El tipo está medio loco, tené cuidado porque te larga los perros o sale con la escopeta”.
Tras el sabio consejo, Fernando puso en marcha el Focus y siguió camino hacia su segura cabaña en las afueras de la ciudad de Mendoza.
Que lástima que el dueño esté medio loco, hubiera estado muy bueno haber podido hablar con él. Estas notas están buenísimas. Aplausos y gracias.
Muchas gracias Adolfo! Seguiremos buscando lugares como estos y publicando notas. Estaremos atentos a las locuras de los dueños. Cordial saludo