Por Gustavo Feder, editor de Autohistoria
En agosto de 2014 tuve la oportunidad de viajar a Río Turbio por cuestiones laborales. La ciudad, ubicada en el extremo sur y oeste de la provincia de Santa Cruz, cerca del límite con Chile, es conocida por sus yacimientos carboníferos y es sede de la empresa pública Yacimientos Carboníferos Río Turbio (YCRT), principal actividad y fuente laboral de su población.
Como ocurre con muchas de las ciudades de nuestra Patagonia, el parque automotor suele resultar no tan viejo como en el resto del país. Una de las particularidades que noté en mi primera caminata de toma de contacto urbana fue la gran cantidad de autos abandonados, tanto en terrenos como en la propia la vía pública. Muchos de ellos, a escasas cuadras del centro de la ciudad.
Entre los numerosos “huérfanos” me llamaron la atención dos unidades de la marca del rombo. Concretamente, un Renault 18 y un Renault 19.
En el primer caso se trataba de un ejemplar abandonado en plena vía pública. La unidad en cuestión, un GTX II de mediados de los años 80, lucía desamparado pero intacto, sin señales de vandalismo y con el deterioro natural que provoca permanecer mucho tiempo a la intemperie en una zona de inclemencias climáticas severas. Solo las cubiertas desinfladas y el óxido de partes de su carrocería señalaban el desamor.
El 18 conservaba intacto sus cristales, las cuatro llantas, los espejos exteriores, las ópticas delanteras y traseras y el alerón trasero característico de la versión (becquet, para los franceses). Sobre el panel trasero lucía casi intacta la vieja patente alfanumérica encabezada con la letra C, que por entonces identificaba a los vehículos radicados en la ciudad de Buenos Aires. En su interior, se veían enteros los asientos y el panel de instrumentos.
Nada de amor francés
Para el Renault 19, en cambio, el devenir resultó más cruel. Su aspecto era más penoso. Había perdido sus paragolpes, las ruedas y faros delanteros, la parrilla y hasta el portón trasero. Su carrocería blanca se confundía con el suelo nevado y hacía más evidente el remplazo de la puerta trasera izquierda por una bordó puesta a las apuradas. El parabrisas astillado era otro rasgo del maltrato recibido.
Lo encontramos en un terreno donde compartía tristezas con otros ejemplares de los que probablemente daremos cuenta en futuras entradas.
Rombos tiritando en el sur, una postal del extremo patagónico argentino. Los recordamos en pleno verano porteño.