Por Gustavo Feder, editor de Autohistoria
Las inmediaciones del puerto de Mar del Plata ofrecen un tesoro incalculable para quienes buscan reliquias, y no tanto, del transporte automotor. A solo pocas cuadras de donde podemos castigarnos con unas aceitosas rabas, crocantes calamaretis o una densa paella, todo acompañado con un bajativo torrontés, existe un mundo habitado por camiones de diversidad de marcas, modelos y versiones y en los estados más disimiles que podamos imaginar. La inmensa mayoría con caja frigorífica para transportar los frutos del mar.
Algunos prestan servicios cotidianamente, otros, cada tanto. Los menos afortunados han regalado, hace un tiempo ya, su historia a la implacable brisa marina.
Clásicos nacionales de Mercedes-Benz, en sus innumerables variantes, Ford, Dodge y Chevrolet, entreverados con alguna rareza importada, como alguna vez un Volvo 495, integran este vasto y colorido universo.
En el verano de 2010, en otras de mis tantos descansos por La Feliz, me tenté una vez más con la búsqueda de alguna pieza arqueológica de gran porte. Sabía que el puerto no iba a fallarme. No me equivoqué.
En un playón lateral, y compartiendo escenario con los restos de una casco de madera de un pesquero abandonado, lo vi. Un Bedford de producción nacional de comienzos de los años 60.
El histórico camión de GM lucía cabina casi completa, solo faltaba el paragolpes, la parrilla y las ópticas. El capó desprendido apoyaba desacomodado sobre los guardabarros. Los vidrios eran historia, con la honrosa excepción de los de la puerta derecha y el ventilete de la izquierda. Así y todo, conservaba todos sus neumáticos y montaba una caja frigorífica que resistía con cierta dignidad.
El motor parecía completo. Al menos, gracias a la ausencia de la parrilla, asomaba visible la paleta del ventilador y la parte frontal del bloque. Imposible determinar para este cronista si se trataba de una versión naftera o diésel.
Para aportarle dramatismo a la escena, un inmenso charco originado en las lluvias de los días precedentes hacía de involuntario espejo que retrataba simétricamente la tristeza del viejo camión.
Camiones oxidados, pesqueros abandonados y un Bedford espejado en el puerto. Otra postal de Mar del Plata.