En la segunda mitad de los años 50, el parque automotor argentino evidenciaba claros signos de envejecimiento y su renovación y expansión resultaba imperiosa. En el sector de transporte de pasajeros, la situación era aun más acompleja. La filial de General Motors desarrolló un prototipo para dar respuesta a esa problemática.
El colectivo de General Motors Argentina fue un prototipo gestado en la segunda mitad de los años 50. En 1958, General Motors era una de las pocas automotrices con una filial en el país. La actividad de la compañía se limitaba a la importación y comercialización de vehículos desde sus plantas norteamericanas y europeas y, en menor medida, al montaje de unidades en sus plantas de Barracas y San Martín con el aporte de algunos pocos componentes provistos por la industria local.
En abril de ese año, John McIntyre, director gerente de GMA, aprobó los planes para proyectar una unidad automotriz completa con chasis y carrocería de diseño y producción nacional que tuviera en cuenta tanto las necesidades de las empresas de transporte como del público. El ejecutivo asumía que las plantas de la filial estaban en condiciones de fabricar carrocerías metálicas en gran escala y de poder entregar a los clientes unas 10 unidades por día.
Con esta convicción, McIntyre encargó al Departamento de Ingeniería el diseño del vehículo y además les solicitó que evaluaran las posibilidades de construirlo en las propias instalaciones de la compañía con los medios disponibles y en el plazo más corto posible. La responsabilidad del proyecto quedó en manos del ingeniero Raúl Capuano.
El colectivo de General Motors fue desarrollado a partir de un chasis Bedford impulsado por un motor diésel, de muy buena aceptación en el gremio, en especial por las empresas de transporte que prestaban servicio en la zona de la Capital y el suburbano bonaerense.
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