Por Gustavo Feder, editor de Autohistoria
En el verano 2020 tuve la oportunidad de volver a visitar la ciudad patagónica de Esquel y su área de influencia enmarcada por el bellísimo Parque Nacional Los Alerces. Había estado allí en mi ya lejana adolescencia, cuando con un grupo de amigos y mochila en la espalda recorrimos la misma zona en un viaje que comenzó en Bariloche y terminó, dedo mediante, en esa ciudad cordillerana de la provincia de Chubut.
Me habían quedado algunas asignaturas pendientes de esa primera incursión. Una de ellas era recorrer la estepa patagónica a bordo del Viejo Expreso Patagónico, más conocido como “La Trochita”. Desde Esquel se puede hacer uno de los dos recorridos posibles que ofrece este servicio turístico. El punto final de este ramal es la estación Nahuel Pan, una comunidad mapuche tehuelche ubicada a 18 kilómetros del punto de partida.
En este extremo del itinerario se realiza una detención de unos 45 minutos donde la locomotora hace las maniobras necesarias para regresar. Mientras tanto, los turistas pueden visitar el Museo de Culturas Originarias, las Ferias de Artesanos y la Feria Tokom Topayiñ. Cumplí brevemente con mi rol de turista y luego de refrescarme –el calor patagónico es agobiante- salí a recorrer los alrededores de la estación en la búsqueda de alguna huella arqueológica automotriz. No era tarea sencilla en este desolado paraje, pero lo intenté.
A unos 200 metros de la estación, y al lado a una construcción semi-abandonada, apareció una conocida silueta: una F-100 o lo que de ella quedaba. En realidad, se trataba de la cabina y el chasis. Los restos del clásico utilitario del óvalo estaban apoyados en unas piedras y una llanta (¿de tractor?). Sobre el suelo languidecían los restos del caño de escape y el silenciador. De la parte mecánica, interiores, transmisión y ruedas no había quedado ni huellas. Tampoco lograron sobrevivir ninguno de sus vidrios, ópticas o insignia alguna.
Por el diseño de la cabina, se trataba de una unidad de las que Ford produjo en el país entre 1961 y 1967. En este punto debo admitir que me surgió una duda sobre la identidad del modelo. Por la longitud del chasis y una extensión en la cabina detrás del panel trasero –que sugiere que pudo haber sido un furgón- cabe la posibilidad de que se tratara, en realidad, de un F-350. Tal vez, algún detallista lector pueda confirmarlo.
La cabina se conservaba muy bien. No presentaba señales de haber sido golpeada y aún mantenía gran parte de la pintura, solo alterada parcialmente por algunas manchas de óxido. La parrilla había sido pintada de negro mate al igual que el paragolpes, que aún conservaba, casi camuflada, la vieja patente alfanumérica que identificó a los autos argentinos hasta 1995. Borroneada, pero aun legible, se podía distinguir la letra “U”, que correspondía a los vehículos radicados en la provincia de Chubut.
Quería seguir retratándola en busca de algún detalle más, cuando el insistente silbato de la Henschel me advirtió que había que regresar.
Muy bueno!
Muchas gracias!