Por Gustavo Feder, editor de Autohistoria
Uribelarrea es un pueblo ubicado a solo 80 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Desde hace unos años se ha convertido en un pintoresco polo gastronómico con una clara especialización en fiambres, embutidos y picadas.
En marzo de 2014, con la excusa de probar el Peugeot 408 Feline que gentilmente me prestara la gente de prensa de PSA para una nota en la revista digital Autohistoria, puse rumbo hacia Cañuelas aceptando la sugerencia de algunos amigos de probar sus tentadores manjares.
Luego del almuerzo y recorrida de rigor por el pequeño centro, me interné en las polvorientas calles pueblerinas en busca de tesoros automotrices. Sorprendentemente, cada manzana ofrecía alguno. Un casco de Renault 6, por un lado, y restos de un camión “Guerrero”, por otro, resultaron el preámbulo promisorio.
Los halcones sean unidos
A pocas cuadras de empezar la recorrida, me encontré con los hermanos Falcón en un desolado baldío. Los clásicos de Ford estaban dispuestos en forma paralela y separados entre sí por una distancia de poco más de dos metros. Ambos con sus respectivas colas mirando hacia la calle.
Uno era una versión rural De Luxe de la generación presentada en 1970 y el otro un sedán de la generación previa. La rural lucía algo más entera. Al menos, desde la distancia donde pude apreciarla, su carrocería se veía completa; estaban todos sus vidrios enteros, inclusive el codiciado del portón trasero. La curiosidad estaba en sus puertas. La delantera derecha y la trasera izquierda estaban abiertas y podía verse su panel interior y tapizados en un tono azul que contrastaban con el rojo de la carrocería. No se sabe si algún donante las puso allí o se encargaron a pedido…
Lo del sedán era más lastimoso. Su techo había sido mutilado en su totalidad. Tal vez se haya intentado replicar al convertible que en alguna oportunidad transportara el presidente Illia en una visita a Pacheco. La presencia de restos de los parantes traseros evidenciaba falta de prolijidad en la faena. En ambos laterales aún yacían las puertas, las traseras totalmente desprendidas de la carrocería y las delanteras resistían erguidas apoyadas sobre algún panel de la carrocería.
Por los restos del porta-bagueta en el panel de cola, arriesgo que también se trataba de una versión De Luxe. La rareza estaba en el paragolpes más delgado, que corresponde a la generación siguiente. Ilegible, la placa patente subsistía en su lugar.
No pude tomar más fotos de los hermanos Falcón para relevarnos más detalladamente. Respetuoso de la propiedad privada, el alambrado me inhibió avanzar. Una infinita tristeza me invadió repentinamente y abandoné el lugar.